"El tiempo de la
vida humana, un punto; su sustancia, fluyente; su sensación, turbia; la
composición del conjunto del cuerpo, fácilmente corruptible; su alma, una
peonza; su fortuna, algo difícil de conjeturar; su fama, indescifrable. En
pocas palabras: todo lo que pertenece al cuerpo, un río;
sueño y vapor, lo que es propio del alma; la vida, guerra y estancia en tierra
extraña; la fama póstuma, olvido. ¿Qué, pues, puede darnos compañía? Única y
exclusivamente la filosofía. Y ésta consiste en preservar el guía interior,
exento de ultrajes y de daño, dueño de placeres y penas, si hacer nada al azar,
sin valerse de la mentira ni de la hipocresía, al margen de lo que otro haga o
deje de hacer; más aún, aceptando lo que acontece y se le asigna como procediendo
de aquel lugar de donde él mismo ha venido. Y sobre todo, aguardando la muerte
con pensamiento favorable, en la convicción de que ésta no es otra cosa que
disolución de elementos de que está compuesto cada ser vivo".
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